El
rescate financiero que sirve Europa para reflotar los desmanes producidos por la borrachera
inmobiliaria de las entidades intervenidas, dispone la reducción y retorno de
su negocio al ámbito regional de origen de las Cajas de Ahorro, en apoyo de la
economía productiva de pymes, autónomos y asalariados, con despidos que afectan a un tercio de su
plantilla.
Cabe hacer otra lectura diferente. La imposición de este retorno a los origenes de las
Cajas, pretende que el empresariado productivo solo pueda aspirar a tener
una pequeña o mediana empresa, financiada por una banca pequeña con mediana
estructura, que garantice techo en su crecimiento.
El
crecimiento de las Cajas arrancó con su desarrollo como instituciones
financieras y fundacionales, que gracias
al negocio minorista y al sector productivo, generaron economías de escala y
lograron arrebatar el 50 % del mercado a la banca privada; invirtiendo con la
obra social en la germinación de un nuevo e incipiente sector social y cultural.
No, su crecimiento no se basó en el ladrillo al inicio. Prueba de ello es que
el FMI instaba a su privatización ya desde 1985, a través de las cuotas
participativas; acciones que permitieran la entrada de capital privado.
Fue
en el año 2000 cuando las cuotas participativas desembarcaron con poder de
decisión en las Cajas. En plena eclosión inmobiliaria, cuando Alvarez Cascos
pregonaba las excelencias de nuestro milagro económico por la venta diaria de
viviendas a 100 millones de pesetas. A ello contribuyó decididamente la Ley del Suelo de
1998 firmada por Rajoy, que partía de ver a la planificación urbanística como
una “rigidez” del mercado, que había que erradicar destinando todo el suelo, excepto el protegido, al desarrollo urbanístico.
Preciso
es decir que desde las postrimerías del “pelotazo” ochentero de los Gobiernos
González, el crecimiento de las Cajas las había revelado como un importante
instrumento de decisión por el capital acumulado, codiciado por el poder,
ya político, ya financiero.
En
esa pugna, se han podido contemplar episodios en los que las
Cajas han mostrado la transcendencia de su aportación a la economía regional. El más reciente, la intervención de las andaluzas capitaneadas por el Banco
Europeo de Finanzas, presidido por Braulio Medel, en la industria creada para la
operación de fabricación y ensamblaje del avión A400 en Andalucía; ante la entrada del
empresariado vasco y catalán, y la ausente presencia del empresariado andaluz y
sevillano en el proyecto.
Pero
en demasiadas ocasiones se han convertido las Cajas en instrumento político de
apoyo a redes de poder o corrupción, en lugar de tomar posición en el
desarrollo del territorio de implantación, con consecuencias nefastas para su subsistencia. Pérdida de competitividad y empobrecimiento de su
marco de actuación; y erosión de la confianza de su clientela minorista, público
y pymes locales, fundamentalmente. Consecuencias que, a medio y largo plazo, son la causa del
propio empobrecimiento y pérdida de competitividad de las Cajas.
Y
en esa deriva de alejamiento de sus funciones de apoyo a la economía regional,
se quebró su salud financiera, ayudada por la falta de
profesionalización de su dirección, emponzoñada por la codicia de los
aparatillos de poder de los partidos y sindicatos mayoritarios. Perdiendo cada
vez más calidad en sus recursos humanos
por la perversión de las listas cerradas, y la perpetuación de castas de
político-funcionarios, sin oficio conocido, sin opinión política propia, que apoyan sistemáticamente y sin debate político a la dirección que decide mantener su empleo.
El
resultado es que el poder financiero ha ganado la batalla y ha fagocitado a las
Cajas de Ahorros españolas, que en 1985 el FMI entendía como singularidad, aún
cuando ahora nos enteremos de que existen 426 Cajas de Ahorro en Alemania con
377.000 empleados.
El
sector financiero hace tiempo que dirige el sector de Cajas de Ahorro. Se percibe
desde el proceso de deslocalización de las Cajas pilotado por el Banco de
España, buscando fusiones entre Cajas de distintas CCAA para evitar el
dirigismo político de sus resultantes. Y en ese proceso se han dinamitado
todas las opciones de Andalucía para consolidar una estructura financiera, aún
a pesar de haber mantenido una Caja de Ahorros, Unicaja, que aspiraba a
dimensionarse para poder participar en economía productiva y financiera
transnacional. No es ocioso recordar ahora la pretensión de que Medel abanderara
la Caja única andaluza tan toscamente gestionada por Magdalena Alvarez. Tampoco
lo es recordar las voces que bramaban porque se llevaban la Cajasur de
Castillejo a Sevilla, en la puerta del Parlamento de Andalucía, para que sus
sucesores del Cabido Catedralicio se la sirvieran después en bandeja a la Caja
Vasca, dando un portazo a Córdoba y a Unicaja. Como recordamos los recurrentes portazos
que ha recibido Unicaja del Fernandez Ordoñez impulsor de Bankia, que ahora
ha de ser rescatada con cargo a nuestro déficit público. Portazos que han facilitado y ofrecido la entrada
en Andalucía al capital financiero vasco y catalán. Los financieros siempre han
creído mas en el Norte, con razones o sin ellas.
En
esta guerra que ha ganado el poder financiero, como casi todas, hemos perdido
unas instituciones fundamentales en territorios como Andalucía, Extremadura o
Castilla, donde no ha existido burguesía, ni revolución industrial que produjera
capital y conocimiento privado inversor. Las Cajas podían haber servido de
palanca para devolverles el salto histórico perdido. Y ha sido el poder
político, y nosotros por sostenerlo, los responsables de su perdida.
Nuestro stablishment
político en lugar de dirigentes a la carta nos ofrece menú del día para designar lideres políticos. Y nosotros lo hemos permitido con la connivencia adormecida en nuestro salto
económico de 3.180 dólares a 15.300 dólares de renta per cápita en veinticinco años (1975-2000, Banco Mundial). Ahora pagamos nuestro conformismo perdiendo, entre tantas otras
cosas, a unas Cajas que podían habernos procurado un crecimiento sostenido en
el tiempo, y que han hecho germinar nuevos sectores en nuestro panel económico, financiados tanto por la actividad bancaria de las Cajas, por su política de cartera empresarial, como por la obra benéfico-social, a la que han destinado una gran cantidad de recursos. Ahora la obra social alcanzara el tamaño de la jaula de oro que los Presidentes de los Bancos, quieran a voluntad procurar a los
Presidentes de las Cajas.
Culminado
con éxito el proceso de bancarización de las Cajas españolas pretendido por el poder
financiero ahora éste, por boca de la Europa de la banca alemana, obliga a las
intervenidas a retornar a las funciones iniciales de las Cajas de Ahorro, lo
que habla a las claras de su utilidad. Un poder financiero que tampoco es ajeno
a las corruptelas, ya de gran calado, de alterar ilegalmente el LIBOR, las
calificaciones de las agencias y facilitar la tributación de la finanzas fuera
del territorio de su generación productiva.
Al
final hemos perdido nosotros, porque las Cajas nos ofrecían un instrumento
fundamental si hubieran tenido una dirección política dirigida al desarrollo
territorial. También ha perdido el poder político, sobre todo estatura, cada
vez más mediana, casi pequeña a nuestros ojos, que decidió el atracón de
ladrillo en el que hemos invertido nuestro crecimiento de los últimos 25 años.
El
poder político nos condujo a nuestro estructural atraso económico y democrático gestado a finales del XIX, principios del XX, al subyugarse al poder de las oligarquías
agrarias protegiendo sin reservas los precios del trigo y extendiendo al Sur los latifundios
que evitaron su desarrollo económico, social, cultural y político. Igual que entonces la clase
política de nuestros días no tiene visos de reinventarse, ni renovar la
democracia española como pide la calle.
El poder político está anticuado. Solo conserva de poder el nombre, cuando las Cajas han perdido el suyo. Testimonialmente permanece, y volverá a ofrecernos veinte nombres en una lista de menú del día, para que los elijamos como lideres en las próximas elecciones. Ahora tendremos bancos intervenidos. Cajas vintage.
El poder político está anticuado. Solo conserva de poder el nombre, cuando las Cajas han perdido el suyo. Testimonialmente permanece, y volverá a ofrecernos veinte nombres en una lista de menú del día, para que los elijamos como lideres en las próximas elecciones. Ahora tendremos bancos intervenidos. Cajas vintage.